Del Centro Educativo a la Organización que Aprende

Probablemente un primer factor que se presenta como un desafío, un obstáculo a superar, es el de la definición clara que cada establecimiento escolar hace de sí mismo a través de su PEI; esto en la medida que se señala en el texto “Partimos del supuesto de que la misión principal de los centro educativos ha de ser la de contribuir a la mejora de la sociedad a través de la formación de ciudadanos libres, críticos y responsables”. En la medida que pueda definirse en estos términos la misión de un proyecto educativo, mayor propensión al cambio organizacional tendrá esta comunidad.
En segundo término, favorece enormemente la conciencia del contexto donde se encuentra el centro educativo; quizás no donde “está enclavado” como señala el texto, sino donde se desenvuelve y participa. El conocimiento del contexto en donde la escuela se desarrolla es un factor clave para propiciar un cambio organizacional, pero por sobre todo, para diseñar e implementar un currículo atingente a sus necesidades específicas.
En tercer lugar, es clave haber desarrollado una cultura organizacional con niveles de madurez suficiente; entiéndase por esto, un alto grado de compromiso e identidad con el proyecto educativo, en la capacidad de sus miembros de “incorporar nuevas formas de hacer”, tener la apertura a la crítica y la retroalimentación; en definitiva, como señala el texto “mayores niveles de creatividad, contextualización y apertura, implicación y horizontalidad”.
Un cuarto factor decisivo, es alcanzar un desarrollo cultural dentro de la comunidad basado en el fundamento sociocrítico de cada una de sus prácticas. Tener como soporte de cada determinación las impresiones de las personas es fundamental dentro de una comunidad que es abierta a la innovación, a la autoevaluación, al conflicto y al consenso, ya sea, organizacional o curricular.
Por otra parte, es posible que un quinto factor se proyecte desde la necesidad de elaborar un discurso coherente como institución; es decir, una forma de expresar verbalmente, desde la cotidianeidad, que sea única y compartida. Comprendiendo que a través del lenguaje creamos realidades, el “discurso institucional” es a la vez, un generador de identidad, como un movilizador de compromisos.


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